viernes, 23 de enero de 2009

Deborah

Te contaré una historia, para proteger la identidad de la persona, la nombraremos: Deborah. Deborah es una niña, que desde su concepción conoció el rechazo familiar, en su niñez, la falta de su madre, el abandono de la misma y sus familiares maternos, sólo vivía con su papá, pero casi no lo veía, él vivía sólo y tenía que salir a trabajar para buscar el sustento de él y su hija. Mientras el papá de Deborah trabajaba, las vecinas del vecindario la cuidaban por una paga que les daba el papá de la niña. Desde los cuatro hasta los doce años sufrió de todo tipo de abusos, incluso sexuales.  Así fue su vida hasta que conoció a su madrastra una noble campesina de apenas 15 años que sería su nana y posteriormente su madrastra. Eso no solucionó los traumas, los empeoró, Deborah sabía que la nana, no era su madre y ya estaba acostumbrada de estar de casa en casa, de vecina en vecina. Deborah, creció  y el peor trauma era el odio que sentía por la mujer que le había dado la vida, la odiaba porque sentía que la había abandonado, no perdonaba a su mamá, la culpaba de todos los abusos psicológicos, físicos y la soledad que en toda su vida le había causado el no tener a una madre a su lado. Pero Dios siempre estuvo con ella, ella manifiesta que después de cada abuso ella se decía a sí misma no importa, algún día vendría alguien poderoso y la ayudaría y la sacaría de todo eso, ella no sabía nada de Dios, sus padres eran católicos de nombre, pero jamás pisaron con ella la puerta de la iglesia. A los doce años de edad, Deborah hace su primera comunión y mediante los estudios bíblicos aprende qué es el pecado, qué es la gracia de Dios y qué es la virginidad. El día de primera comunión, hace una promesa a Dios, se mantendría virgen para El hasta su edad adulta, hasta llegar a casarse en un altar con velo y corona con el esposo que Dios eligiera para ella. Desde que Deborah hizo su primera comunión, la promovieron a asistente de maestra de catequesis y ejerció el cargo de maestra en su comunidad hasta su mayoría de edad". A los 23 años se casó por la iglesia con su actual esposo cumpliendo su promesa y hoy día a los 35 años con 13 años de matrimonio, tiene dos hermosos hijos, una niña y un varoncito. Te cuento que los traumas fueron sanados, ya no siente odio ni rencor, invitó a su madre biológica a vivir para siempre con ella y su familia para recuperar el tiempo perdido, Deborah está emocionada, tendrá por lo menos en los últimos días de su madre el cariño que le faltó, el beso que nunca sintió de ella, la mirada tierna de sus ojos y el calor de su abrazo. Su padre murió. 
Ahora Deborah camina con la cabeza en alto ante su comunidad y perdonó a todos los que abusaron de ella y los puede mirar a los ojos, aprendió a perdonarlos practica con su esposo y familia los valores que ama, sus hijos estudian y se educan en el camino del Señor. Jesús cuando ella estaba hundida en el abismo del odio, y del pecado, se paró de su Trono, bajo su mano y la metió en el barro para rescatarla, la cobijó con su manto y la sostuvo diciendo: no importa que pasó, incluso si tuviste culpa, a pesar de todo "Te Amo". ¡Te puedo decir que es cierto puesto que Deborah en realidad soy yo, la que te escribe y hoy proclamo con mi voz el nombre de Jesús! La siempre Sostenida de la Mano de Dios, Deborah…

Un Corazón Libre

Un corazón libre es la mejor compañía para un alma en paz. Un corazón libre es aquel que no se aferra a su propio modo de hacer las cosas, que no se impacienta cuando las cosas no suceden como quiere. Un corazón libre sabrá seguramente gozar de los consuelos espirituales pero no depende de ellos; y aceptará, al máximo de su capacidad, los problemas que se le presenten en lugar de los consuelos. Un corazón libre no se ata tanto a planes y modos de orar, como para que cualquier cambio lo turbe y le cuse ansiedad. Un corazón libre no se apega a lo que él puede controlar. Un corazón libre ruega a Dios que su nombre sea santificado, que venga su reino, que se haga su voluntad así en la tierra como en el cielo. Porque si el nombre de Dios es santificado, si viene a nosotros su reino, si se hace su voluntad, un espíritu libre no necesita interesarse por ninguna otra cosa. San Francisco de Sales

La Azafata

En un avión, iniciado el vuelo, una “señora” oprime insistentemente el timbre para llamar a la azafata
 
-¿Cuál es el problema, Sra.? - Pregunta la azafata
 
 -¿Es que no lo ve? - Responde la dama
 
- Me  colocaron junto a un sucio indígena. No soporto estar al lado de uno de estos seres repugnantes. ¿¿¡¡No tiene otro asiento!!??
 
 -Por favor, cálmese… -dice la azafata- Casi todos los asientos están ocupados. Pero, voy a ver si hay un lugar disponible
 La azafata se aleja y vuelve de nuevo algunos minutos más tarde:
 -Sra., como yo pensaba, ya no hay ningún lugar libre en la clase económica. Hablé con el comandante y me confirmó que no hay más sitios disponibles en la clase económica. No obstante, tenemos aún un lugar en primera clase.
Antes de que la dama pudiera hacer el menor comentario, la azafata sigue:
-Es del todo inusual permitir a una persona de la clase económica sentarse en primera clase. Pero, dadas las circunstancias, el comandante encuentra que sería escandaloso obligar a alguien a sentarse junto a una persona tan repugnante.
 
 Todos los pasajeros alrededor, observaban la escena, indignados.
 Entonces, la azafata, dirigiéndose al indígena, le dice:
-Si el Sr. lo desea, tome su equipaje de mano, ya que un asiento en primera clase le espera.
 Y los pasajeros, que sorprendidos, presenciaban la escena, se levantaron y aplaudieron..
jueves, 8 de enero de 2009

Dijo...

Dijo "Me voy a navegar" y aplastó el trasero en una silla, y hundió la nariz en un monitor. Dijo "Voy a broncearme" y se recostó en un féretro, encendido por dentro con tubos violáceos. Dijo "Me encanta el aire puro" y encargó otra botella de oxígeno. Dijo "¿Damos un paseo?" y aferró feliz el control remoto. Dijo "Me voy a dormir" y buscó la caja de Prozac. Dijo "Me encanta esa naricita", y observaba el catálogo del cirujano plástico. Dijo "No soy esclavo, soy libre" y miraba el ejército de muñequitos de colores que adornaban su diminuto escritorio de trabajo. Dijo "Adoro el viento en la cara" y se acercó al acondicionador de aire. Dijo "Hola, me alegro de verte!" y miraba una entrecortada imagen de tres por tres en una pantallita. Dijo "Nada como el agua fresca y pura!" y corrió a abrirle al repartidor de bidones. Dijo "Feliz Navidad" y mandó 50 tarjetas idénticas, apretando apenas una tecla. Dijo "Soy un hombre nuevo" y renovó la tarjeta de crédito. Dijo "Te quiero" y acariciaba el lateral cromado de un auto. Dijo "Al fin solos" y controló que el celular estuviera encendido y con sus baterías a pleno. Dijo "Al fin en libertad!" y estaba en sus 45 minutos para el almuerzo. Dijo "Ahora empezaré a pensar en mí" y el espejo le devolvió la abatida imagen de un anciano. Dijo "Mañana sí, mañana empezaré, mañana terminaré, mañana iré, mañana llamaré, mañana me disculparé, mañana saldaré esa deuda onerosa, mañana renunciaré, mañana despegaré, mañana aterrizaré, mañana se lo diré finalmente, mañana se lo regalaré; si tanto lo quiere, mañana firmaré y que sea lo que Dios quiera. Mañana me abrazaré definitivamente a esa quimera, mañana terminaré de ser aquel que nunca fui y empezaré a ser el que siempre soñé; mañana sí, mañana, mañana... Y no se despertó nunca. Andrés Mazzitelli, mùsico y autor

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