lunes, 23 de marzo de 2009

Los Nueve Tesoros

Dos amigos marineros viajaban en un buque carguero por todo el mundo, y andaban todo el tiempo juntos. Así que, esperaban la llegada a cada puerto para bajar a tierra, encontrarse con mujeres, beber y divertirse. Un día llegan a una isla perdida en el Pacífico, desembarcan y se van al pueblo para aprovechar las pocas horas que iban a permanecer en tierra. En el camino se cruzan con una mujer que está arrodillada en un pequeño río lavando ropa. Uno de ellos se detiene y le dice al otro que lo espere, que quiere conocer y conversar con esa mujer. El amigo, al verla y notar que esa mujer no es nada del otro mundo, le dice que para qué, si en el pueblo seguramente iban a encontrar chicas más lindas, más dispuestas y divertidas. Sin embargo, sin escucharlo, el primero se acerca a la mujer y comienza a hablarle y preguntarle sobre su vida y sus costumbres. Cómo se llama, qué es lo que hace, cuantos años tiene, si puede acompañarlo a caminar por la isla. La mujer escucha cada pregunta sin responder ni dejar de lavar la ropa, hasta que finalmente le dice al marinero que las costumbres del lugar le impiden hablar con un hombre, salvo que este manifieste la intención de casarse con ella, y en ese caso debe hablar primero con su padre, que es el jefe o patriarca del pueblo. El hombre la mira y le dice: "Está bien. Llévame ante tu padre. Quiero casarme contigo". El amigo, cuando escucha esto, no lo puede creer. Piensa que es una broma, un truco de su amigo para entablar relación con esa mujer. Y le dice: "¿Para qué tanto lío? Hay un montón de mujeres más lindas en el pueblo. ¿Para qué tomarse tanto trabajo?". El hombre le responde: "No es una broma. Me quiero casar con ella. Quiero ver a su padre para pedir su mano". Su amigo, más sorprendido aún, siguió insistiendo con argumentos tipo: "¿Tu estás loco?", "¿Qué le viste?", "¿Qué te pasó?", "¿Seguro que no tomaste nada?" y cosas por el estilo. Pero el hombre, como si no escuchase a su amigo, siguió a la mujer hasta el encuentro con el patriarca de la aldea. El hombre le explica que habían llegado recién a esa isla, y que le venía a manifestar su interés de casarse con una de sus hijas. El jefe de la tribu lo escucha y le dice que en esa aldea la costumbre era pagar una dote por la mujer que se elegía para casarse. Le explica que tiene varias hijas, y que el valor de la dote varía según las bondades de cada una de ellas, por las más hermosas y más jóvenes se debía pagar 9 tesoros, las había no tan hermosas y jóvenes, pero que eran excelentes cuidando los niños, que costaban 8 tesoros, y así disminuía el valor de la dote al tener menos virtudes. El marino le explica que entre las mujeres de la tribu había elegido a una que vió lavando ropa en un arroyo, y el jefe le dice que esa mujer, por no ser tan agraciada, le podría costar 1 tesoro. "Está bien" respondió el hombre, "me quedo con la mujer que elegí y pago por ella nueve esoros". El padre de la mujer, al escucharlo, le dijo: "Ud. no entiende. La mujer que eligió cuesta un tesoro, mis otras hijas, más jóvenes, cuestan nueve tesoros" "Entiendo muy bien", respondió nuevamente el hombre, "me quedo con la mujer que elegí y pago por ella nueve tesoros". Ante la insistencia del hombre, el padre, pensando que siempre aparece un loco, aceptó y de inmediato comenzaron los preparativos para la boda, que iba a realizarse lo antes posible. El marinero amigo no lo podía creer. Pensó que el hombre había enloquecido de repente, que se había enfermado, que se había contagiado una rara fiebre tropical. No aceptaba que una amistad de tantos años se iba a terminar en unas pocas horas. Que él partiría y su mejor amigo se quedaría en una perdida islita de Pacífico. Finalmente, la ceremonia se realizó, el hombre se casó con la mujer nativa, su amigo fue testigo de la boda y a la mañana siguiente, partió en el barco, dejando en esa isla a su amigo de toda la vida. El tiempo pasó, el marinero siguió recorriendo mares y puertos a bordo de los barcos cargueros más diversos y siempre recordaba a su amigo y se preguntaba: ¿qué estaría haciendo?, ¿cómo sería su vida?, ¿viviría aún?. Un día, el itinerario de un viaje lo llevó al mismo puerto donde años atrás se había despedido de su amigo. Estaba ansioso por saber de él, por verlo, abrazarlo, conversar y saber de su vida. Así es que, en cuanto el barco amarró, saltó al muelle y comenzó a caminar apurado hacia el pueblo. ¿Donde estaría su amigo?, ¿Seguiría en la isla?, ¿Se habría acostumbrado a esa vida o tal vez se habría ido en otro barco?. De camino al pueblo, se cruzó con un grupo de gente que venía caminando por la playa, en un espectáculo magnífico. Entre todos, llevaban en alto y sentada en una silla a una mujer bellísima. Todos cantaban hermosas canciones y obsequiaban flores a la mujer y esta los retribuía con pétalos y guirnaldas. El marinero se quedó quieto, parado en el camino hasta que el cortejo se perdió de su vista. Luego, retomó su senda en busca de su amigo. Al poco tiempo, lo encontró. Se saludaron y abrazaron como lo hacen dos buenos amigos que no se ven durante mucho tiempo. El marinero no paraba de preguntar: ¿Y cómo te fue?, ¿Te acostumbraste a vivir aquí?, ¿Te gusta esta vida?, ¿No quieres volver?. Finalmente se anima a preguntarle: ¿Y como está tu esposa? Al escuchar esa pregunta, su amigo le respondió: "Muy bien, espléndida. Es más, creo que la viste llevada en andas por un grupo de gente en la playa que festejaba su cumpleaños". El marinero, al escuchar esto y recordando a la mujer insulsa que años atrás encontraron lavando ropa, pregunto: "Entonces, ¿te separaste?, No es misma mujer que yo conocí, ¿no es cierto?. "Si" dijo su amigo, "es la misma mujer que encontramos lavando ropa hace años atrás". "Pero, es muchísimo más hermosa, femenina y agradable, ¿cómo puede ser?", preguntó el marinero. "Muy sencillo" respondió su amigo. "Me pidieron de dote un tesoro por ella, y ella creía que valía un tesoro. Pero yo pagué por ella nueve tesoros, ¡Todo lo que tenía!, ¡Si me hubieran pedido mas tesoros, habría ido en su busca para luego regresar por ella!, la traté y consideré siempre como una mujer por la que entregue toda mi riqueza. La amé con todo mi corazón y ella se transformó en una mujer de diez tesoros".

Te Prestaré

Te prestaré por un tiempo una MADRE, para que la ames mientras viva, podrán ser 10,20,30 años o más, hasta que la llame. Te pregunto: ¿Podrás cuidarla? Quiero que aprendas a vivir con ella, le he buscado unos hijos y te he elegido a ti. No te ofrezco que se quedará contigo para siempre, sólo te la presto. Ella te dará ternura y alegría por tenerte. El día que la llame no llorarás, ni me odiarás porque la regrese a mi, su ausencia corporal quedará compensada por el amor y por los muchos y agradables recuerdos que como buenos hijos le hicieron vivir. Ten presente que si algo te entristece, que si el golpe del dolor te hiere algún día, tu pena es mía y así, con todo esto, tu luto será más llevadero y habrás de decir con agradecida humildad: ¡Hágase Señor tu voluntad!

Donde están los Milagros?

¿Dónde están los milagros? Preguntan los hombres y mujeres de hoy, que van buscando por el mundo, pruebas del infinito amor de Dios. ¿Dónde los estamos buscando, si somos el Milagro más grande de la creación?... El milagro de abrir los ojos a un nuevo día, el tener la oportunidad de hacer de tu vida lo que quieras hoy, el sentirte vivo a pesar de cualquier momento asumido, el ser capaces de sentir los latidos que da sin parar el corazón. Basta creer, no perder nunca la fe, ser capaces de ver más allá, tener esa capacidad de asombro que nos ayuda a disfrutar de la magia que nos ofrece la naturaleza y toda la grandeza que en nosotros a semejanza de Dios, hay. Cuando se es niño, se cree en los sueños, la magia y la fantasía, tenemos la certeza que Dios todo lo puede y que si luchamos por ello, nuestras ilusiones se pueden hacer realidad; a medida que pasa el tiempo y vamos creciendo, los momentos fantásticos se volverán cada vez más cortos; sin darnos cuenta, nos olvidamos de muchas cosas y dejamos de creer en casi todo. Hay quienes consideran que en las personas con discapacidades no existe la perfección de Dios; ¡qué ciegos son, aún teniendo ojos que ven!, porque no logran comprender, que en lo más pequeño y aparentemente imperfecto, ahí es donde se dan tantos milagros que a todo aquel que lo descubra le ha de sorprender. ¿Quién no logra asombrarse cuando ve a un ser humano que sin manos pinta con la boca o con los pies? ¿Quién no llora de emoción, cuando descubre que alguien con alguna limitación alcanza cosas más grandes que aquellos a quién aparentemente nada les faltó? Cuando se piensa que se tiene todo, se limitan los sueños, se debilita la fe, se acaba el sentimiento de búsqueda, nada se espera, se estancan las ilusiones, se acomoda el ser. por eso existe en la debilidad y fragilidad, un milagro más que nos da la capacidad de llorar, de buscar, de esperar, de llamar a la puerta y tener la certeza de que seremos escuchados y se nos abrirá. Muchos están a la espera de un milagro: una sanación, un empleo, una conversión; y cuando no se da lo que tanto pedimos, así como lo esperamos, nos sentimos frustrados, creemos que Dios no nos ha escuchado o nos ha abandonado. No siempre los milagros suceden como los anhelamos, quizás nos vienen de otra forma y ni cuenta nos damos; no podemos permitir que nada nos quebrante la fe, estamos vivos hoy, y mientras eso pase, muchas cosas suceden y otros más están por suceder; por eso, no dejemos de pedir y mucho menos, de agradecer. AUTOR: KARY ROJAS CARTAGENA - COLOMBIA

Dame Calma Señor

Déjame sentir la honda paz presente en cada experiencia, en la armonía de vivir. Dame calma Señor, de manera que pueda entrar en la paz de tu bondad, dentro de mi corazón. Dame paz de manera que vea tu bendición y tu amor divino en todas las cosas. Guárdame de las palabras ofensivas y fantasías inútiles; calma la carrera de mi mente para que mis pensamientos tengan la claridad y el movimiento fácil del aire fresco que respiro. Busco la serenidad de un lago tranquilo, la fuerza de un roble, el inmutable y sólido poder de las montañas. Dame calma Señor, para que pueda admirar la belleza que has creado a mi alrededor. Necesito tiempo para pensar, tiempo para buscar soluciones a los problemas que se me puedan presentar; tiempo para bendecirte y agradecer tu infinita bondad. Dame calma Señor, es mi oración en este día y mientras siento que me tranquiliza tu presencia, siento la suavidad de tu mano en la mía. Gracias Padre mío, por escucharme. Lucila García (Colombia)

Las Gracias Celestiales

La otra noche soñé que me fui al cielo, y en la entrada me recibió San Pedro. Un ángel me empezó a mostrar lo que era el cielo y me llamó la atención una sección que contenía infinidad de bodegas cuidadosamente construidas y ordenadas. Cuando pregunté al ángel sobre que era eso, el me contestó: Son las bodegas de las gracias celestiales para cada persona. El Maestro ha sido esplendido y no ha escatimado costos para surtir con los artículos de mas calidad indispensable para cada persona. Le pedí que me mostrara la bodega y hacia allá me condujo. Mi nombre estaba cuidadosamente escrito y cuando entré me sorprendió la gran variedad de regalos que había en ella, cada uno ordenado y titulado sobre su contenido. Conforme los leía, me di cuenta que eran gracias que yo había necesitado con urgencia y que, desilusionado, veía que se encontraban allí. Cuando le hice ese comentario al ángel, el me contesto: “Si, esos regalos eran tuyos, pero, como nunca se los pediste al Señor, aquí se quedaron". En ese momento me desperté del sueño......... P. Leonardo López. (México)

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