viernes, 19 de junio de 2009

Cristo de Frac y Galera

En el teatro estatal de Moscú debía darse la primera representación de una obra anunciada durante mucho tiempo: CRISTO DE FRAC Y GALERA. Colegios, komsomoles y agrupaciones juveniles de trabajadores habían sido alertados para que incluyeran la pieza en sus programas culturales y la discutieran de antemano. Sin embargo fue retirada finalmente de la lista de representaciones y no se la repuso jamás. Para el rol principal de Cristo se había previsto la participación del célebre actor comunista Alexander Rostowsew. No era entonces raro que el teatro estuviera colmado hasta el último rincón. En el escenario se había dispuesto un "altar", colmado de botellas de ron y, cerveza, dentro de un ámbito con estilo de bar, lleno de popes borrachos y camorreros, de monjas y monjes en continuo movimiento. Al comienzo del acto II entró Rostowsew en escena, con el libro de los EVANGELIOS en sus manos, en el que debía leer los dos primeros versículos del SERMÓN DE LA MONTAÑA (San Mateo, V). El actor representaba a Jesús. Según las indicaciones de la regie, con sus chistes y payasadas debía provocar en el auditorio un estallido de risas incontenibles. En efecto, todo lo que se relacionaba con Cristo y su Fe era motivo de bromas y carcajadas. Luego de la lectura de esos dos versículos, debía proferir a los gritos: TRÁIGAME FRAC Y GALERA. Rostowsew comenzó y leyó: BIENAVENTURADOS LOS POBRES DE ESPÍRITU, PORQUE DE ELLOS ES EL REINO DE LOS CIELOS. BIENAVENTURADOS LOS HUMILDES, PORQUE ELLOS POSEERÁN LA TIERRA. En pocos momentos más debían estallar las carcajadas, y el actor tenía que arrojar a un lado el libro y el manto y pedir a gritos frac y galera. Pero nada de esto aconteció. Rostowsew, en cambio, siguió leyendo: BIENAVENTURADOS LOS QUE LLORAN, PORQUE ELLOS SERÁN CONSOLADOS. Y en ese momento se calló. El público no se movía, pero advirtió enseguida que en Rostowsew algo ocurría. Todos contenían el aliento. Luego, después de una breve interrupción, Rostowsew siguió leyendo, pero su voz tenía ahora otra resonancia. La potencia de la palabra divina parecía haberlo aprisionado. En el ámbito del teatro había un silencio de muerte. El actor, con los EVANGELIOS en la mano, se adelantó hasta el borde del escenario y leyó y siguió leyendo los 8 versículos del capítulo V de San Mateo. Ninguno lo interrumpió, todos escuchaban sus palabras, como si estuvieran delante el mismo Jesucristo y no un hombre llamado Rostowsew. DEBÉIS SER PERFECTOS, COMO ES PERFECTO VUESTRO PADRE CELESTIAL, murmuró finalmente el actor, pero todos lo entendieron y asintieron con un gesto. Rostowsew cerró el libro, dando la impresión que con ello hacía algo definitivo para su vida. Se persignó a la manera ortodoxa y con voz alta y nítida pronunció las palabras del ladrón en la cruz: SEÑOR, ACUÉRDATE DE MI, CUANDO ESTÉS EN TU REINO. Lo que había sido imaginado como burla desprecio, se tornó en una predicación del mismo Jesús y en la confesión de Fe de un hombre que en la cumbre de su gloria estaba poseído del temple de los mártires. Nadie gritó, o silbó o protestó. Mudos abandonaron todos el teatro. Fue como en una tormenta: había caído un rayo y los había alcanzado a todos. La pieza no se representó jamás, y Rostowsew, después de aquella noche, desapareció para siempre. Dios seguramente se ha acordado de él. (Cristo en una escena de Moscú, traducido en la revista EINSICHT, Munich, Alemania, de febrero de 1977, página 251, que lo tomó de la obra de Chrysostomus Dehm O.S.B.: Millionen in Russiand glauben an Gott. Publicado por primera vez en Argentina en la revista La Hostería Volante)

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