martes, 22 de septiembre de 2009

La Cosecha

En un oasis escondido en medio del desierto, se encontraba el viejo Eliahu de rodillas, a un costado de algunas palmeras datileras. Su vecino Hakim se detuvo a abrevar sus camellos y lo vio transpirando, mientras parecía cavar en la arena. - Que tal anciano? le dijo: - Muy bien-contestó Eliahu sin dejar su tarea. - ¿Qué haces aquí, con este calor, y esa pala en las manos? - Siembro dátiles-contestó el viejo. - ¡Dátiles!! -repitió el recién llegado, y cerró los ojos como quien escucha la mayor estupidez- . El calor te ha dañado el cerebro, querido amigo. Dime, ¿cuántos años tienes? - Ochenta, ... pero eso, ¿qué importa? - Mira, amigo, las palmas datileras tardan más de cincuenta años en crecer y recién después de ser palmeras adultas están en condiciones de dar frutos. Aunque vivas hasta los cien años, difícilmente puedas llegar a cosechar algo de lo que siembras. Deja eso y ven conmigo. - Mira, Hakim, yo comí los dátiles que otro sembró, otro que tampoco soñó con probar esos dátiles. Yo siembro hoy, para que otros puedan comer mañana los dátiles que hoy planto... y aunque solo fuera en honor de aquel desconocido, vale la pena terminar mi tarea.

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