domingo, 5 de abril de 2009
El niño que no creía
Había una vez, un monaguillo que ayudaba al sacerdote en el altar; Creía que todo era un ritual de costumbre y no como una fiesta de la cena del señor.
Durante la celebración de la eucaristía, se ponía hablar, a relajar, a inventar, se quedaba dormido.
Un día el abuelo le habló a su nieto para que dejara de hacer lo que estaba haciendo en el altar porque era una celebración sagrada, especialmente cuando se consagra la especie del pan y vino y que un día de esto, iba a toparse con una sorpresa y se iba a sentir mal. El nieto le dijo: ¿Qué tú crees que Cristo se va a bajar de la cruz para regañarlo y sacarlo de altar? Porque todo es historia acerca de Jesús y todo era un teatro.
Una mañana fue con el abuelo a la celebración de la eucaristía (no le tocaba servir); se sentó al lado de su abuelo. De repente se le presentó un señor que estaba sucio, tenía barba, pelludo, vestidura vieja y olía mal. Le dijo al abuelo: Abuelito mira este señor que está al lado mío huele mal y esta sucio.
El abuelo miró y no vio a nadie al lado de su nieto; y el abuelo le dijo que no estuviera jugando otra vez porque iba a empezar la celebración de la eucaristía (la misa): Pues el niño vio que el abuelo lo regañó por que le dijo que había una persona a lado de él. Entonces el niño le pregunto al señor:
“¿Señor por qué vienes a la misa así? ¿No sabe, que tienes que venir con ropa limpia y perfumado?” El señor le respondió: “¿No sabes que el Señor Jesús está siempre con los pobres y con los marginados? Más también el Señor Jesús ama a los que son pobres y deja que entren a su casa; porque dice vengan a mí los que tienen hambre y sed que yo los aliviaré....”
El niño le gustó como el señor le estaba hablando cuando sonó la primera campana de la consagración y de repente cuando mira hacia el altar vio que en el rostro del sacerdote se veía la cara del Señor; Se restregó los ojos y miró hacia el lugar que el señor estaba aún al lado de él, entonces el señor le pregunta: ¿qué estás viendo? El niño le dice: ví señor su rostro en el
sacerdote y ahora no los vio.
El señor le empezó explicando la celebración de la eucaristía diciéndole:
Ese pan que el sacerdote está levantando es el cuerpo que el Señor Jesús se entregó, él mismo, para salvar al mundo y el vino es la sangre de Jesús que derramó para limpiar nuestros pecados. Por eso recordamos su muerte proclámanos su resurrección hasta que Él vuelva.
El niño al oír lo que el señor le explicaba, le decía: Señor, ¿Dónde vives?
El señor le respondió: No tengo casa ni un lugar para descansar. El niño al oír esto se compadeció y le dijo: Quédate conmigo en mi casa para que así tengas un lugar para dormir y si tengo que darte mi cuarto lo hago. EL señor le respondió:
Ya lo hiciste y desapareció. El niño fue a comulgar, cuando el sacerdote le dice: cuerpo de Cristo, vió el rostro del Señor en el rostro del sacerdote y luego en la eucaristía.
Esto es una historia que pasa diariamente. Por que siempre vamos a la celebración de la eucaristía y no nos fijamos que el Señor siempre está presente en la eucaristía, esperando que le des por lo menos un rincón de tú corazón para que lo llene y él pueda derramar sus dones en ti; pero nos olvidamos de Jesucristo y nos paseamos en el templo y no le dejamos un lugar.
Por eso te pido, invita a Jesús a tú corazón para que así el pueda estar contigo y tu con El.
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